5 de febrero de 2010

Hacia la mística y el proyecto



Ahora dicen que el kirchnerismo es un proyecto sin imagen, en realidad sin imagen positiva o no negativa. Unos días antes, Natanson saca pecho y pide "atención (a los) intelectuales que se quejan de que al gobierno le falta un relato", porque en realidad los gobiernos de NK y CFK lograron instalar antinomias sobre las que apoyar sus principales líneas económicas, "neoliberalismo-antineoliberalismo", y políticas, "dictadura-derechos humanos". Si de trata de explicar, o mejor, de entender la paradoja de una expresión política con bases aparentemente firmes y una endeble verbalización de sus construcciones, habría que comenzar por dudar de ambas afirmaciones.
Sobre los fundamentos del proyecto kirchnerista, la única verdad puede ser una que escape a la mirada somera de la realidad, en la que el gobierno parecería una de las alternativas binarias expresadas en aquellas categorías antinómicas. Sin embargo, sería la heterodoxia el concepto adecuado para definir una conducción mucho más moderada de lo que parece: así como no existe "Argenzuela", tampoco existe Argenchile, esto es, ni siquiera se susurra que el destino sea el socialismo de ningún siglo, pero tampoco se abraza resignado una alternancia como la que permitió la Concertación.
Moderado y todo, este es un gobierno nacional y popular. Lo es, simplemente, porque cumple los requisitos para serlo. Así, defiende correctamente la economía de las asimetrías internacionales, sea en la quita de deuda, sea en disputas con Brasil, al mismo tiempo que fortalece la integración regional, que sin ella es imposible pensar en progreso; además, transfiere recursos de la producción primaria a la industrial, aun en oposición a una elite subdesarrollada y tradicionalmente rapaz, que hizo tambalear la gobernabilidad hace casi dos años; mientras tanto, protege el empleo y en los últimos meses agregó la novedad de complementarlo con la asistencia a la niñez.
Nacional y popular y todo, el proyecto de los Kirchner no cuenta con el favor de la consideración general, como lo demostraron las elecciones del 28 de junio pasado y como se encarga de insistir la prensa comercial a cada minuto. Si los medios van ganando la batalla subjetiva aliados con los sectores históricamente poderosos, por ende al gobierno sólo le quedarían "los números, la gestión y los hechos puros y duros", desde los que edificar una mística que trascienda los errores varios que se cometen a la hora de intentar mejorar la imagen.
En estas condiciones de desventaja numérica, aparece como imposible sacar provecho del concepto de imagen aplicado a la política, como una técnica racional en pos de influir la sensibilidad del votante. El gobierno juega simultáneas en los tableros de otros que, además, son también los dueños de las piezas y los que ponen las reglas. Si se quiere mística, hay que renunciar a la imagen.
Todas las victorias del kirchnerismo no fueron suficientes para que el gobierno popular consiga tener bien dispuestos los oídos y el cariño populares. Olvidarse de las estrategias comunicativas y avanzar, con todas las herramientas disponibles, hacia la reivindicación de las mayorías del país puede significar no sólo el acto genuino de justicia social pendiente, sino también la supervivencia del proyecto.