23 de enero de 2009

Todos hartos

Viernes 23 de enero de 2008, 17.30.
Frente al edificio en el que vive el psicólogo Jorge Corsi, acusado de abuso de menores y liberado el día anterior a espera del juicio, se congregaron unas veinte personas que pretendían escrachar al "violador/enfermo/psicópata" y alertar sobre su posible fuga. Hasta allí llegó el Canal 26.


Los cronistas de exteriores en televisión suelen recibir el nombre de "movileros", término que -a la vez que denigrante- los libera de la responsabilidad que les cabe como periodistas. Este malentendido, de la familia del "como cualquier pelotudo tiene un blog, luego todo lo que se publique en blogs será una pelotudez", pretende instalar la idea de que el movilero es un desprevenido testigo de la "realidad", de la "noticia", un transmisor sin intención ni posibilidad de maniobra.

En el Barrio Norte porteño, varios de los manifestantes golpeaban cacerolas, otros instaban a los automovilistas que pasaban por allí a que hicieran sonar sus bocinas como apoyo, sin demasiado éxito. La cronista eligió comenzar la cobertura con el testimonio de una mujer de unos cincuenta años que, ubicada en la vereda de enfrente del edificio, sostenía una hoja impresa: "degenerado".

El periodista que transmite en vivo, además de un mandato laboral al que debe responder o pagar con su puesto, tiene sobre sus espaldas una tradición, un manual de estilo tácito forjado en los antecedentes del medio para el que cubre la noticia y en el trabajo de sus actuales compañeros. Además, es remotamente controlado por los conductores que se encuentran en los estudios, que a su vez son guiados por los productores que se encuentran detrás de cámara, que a su vez rinden cuentas frente al gerente de noticias, que a su vez...

Cronista: Buenas tardes, señora, para Canal 26, estamos en vivo, digame ¿usted es del barrio, conocía a Corsi?
Señora: Vivo a ocho cuadras, bueno, lo conocí hace algunos días, a través de los medios...

Todas estas condiciones, por poderosas y opresivas que sean, sólo pueden trasladarse al calor de la acción y encarnarse en la pregunta, en la descripción o en las conclusiones del movilero a través de la conquista de su conciencia. Es decir que el periodista, a la hora de actuar como tal, tiene la posibilidad de sortear las presiones si la tarea profesional lo requiere o... puede optar por hacerse el pelotudo.

Cronista: ...y ha venido aquí a protestar porque cree que Corsi puede profugarse...
Señora: Vengo a protestar por todo lo que nos pasa, porque lamentablemente los jueces dejan sueltos a los violadores, y este señor tiene contactos, y yo, personalmente, tengo la experiencia de haber presenciado diariamente actos de corrupción, así que tranquilamente este señor puede profugarse.

Cronista: Se corre el rumor de que Corsi estaría en una casa de veraneo en Pinamar, que no estaría aquí en su casa, ¿usted cree que podría no estar en su casa?
Señora (con cara de ser todavía más importante que la desproporción de la pregunta): Yo creo que Corsi debería estar en la cárcel, no en Miramar (sic) ni en ningún otro lado, seguramente va a usar su poder para salir del país.

(Durante un par de minutos más, la anónima vecina respondió algunas otras preguntas de la movilera y, audífono mediante, de dos conductores en estudio.)

El ejercicio periodístico profesional no es muy complicado, muchos muy exitosos de sus representantes en nuestro país sirven de ejemplo -a favor o en contra-, a grandes rasgos podría decirse que basta con chequear los datos con varias fuentes, evitar la opinión personal directa, asegurarse de no inventar nada de lo que se dice o publica e investigar sobre la probidad de quienes sean consultados para hacer citas de autoridad.
Ahora, si cuando alguien dice "no conozco a X sino a través de los medios y sólo hace algunos días", el periodista va y le hace veinticinco preguntas sobre cómo y por qué X es muy peligroso para la sociedad y después lo comunica con estudios centrales (¿hay otros a los costados?), desde donde le preguntan cuán posible es que X se dé raudamente a la fuga internacional, ahí, entonces, se presenta un problema.
Más que un problema, una sensación de impotencia ante este modus operandi, porque así se informa a diario desde los canales de noticias y cada vez más desde los diarios y por supuesto desde las radios y... que venga ya mismo un movilero, que estamos desesperados: ¡queremos respuestas! ¡la gente está harta!

22 de enero de 2009

Primero como farsa, después como farsa



Ejercicio para el lector:
1) Encuentre los términos cuyo copyright pertenece a la opinión pública o bien sean sarcásticos.
2) Ubique las comillas correspondientes.

Ahora que recrudece el conflicto del campo, el consumidor de medios inevitablemente experimenta cierta zozobra. Es que la contienda del año pasado entre el gobierno y el sector agropecuario provocó una crisis muy prolongada, en la que la violencia discursiva y material escaló hasta el punto de romper el acuerdo entre la presidenta y su vice. Por lo tanto, en cada nueva bravata de los gauchócratas, sobrevuela el temor de qué pasará si los simpatiquísimos gringos (camera loves you) una vez más deciden poner sus chatas perpendiculares al camino.
A nivel cotidiano, se teme que vuelvan a escasear, y por ende a aumentar de precio, ciertos alimentos, o que el tránsito por las rutas -difícil de por sí- se haga imposible. En el terreno de las preocupaciones institucionales, la principal es cómo saldrá parado el gobierno del desgaste que el capital agrofinanciero y el resto de la oposición política (medios incluídos) pretende inflingirle.
Durante la versión original del conflicto, farsa patriótica disfrazada, también se provocaron algunos incidentes, entre bizarros y lamentables, que hacían suponer que en algún momento se daría algún tipo de enfrentamiento entre quienes manifestaban a favor de una y otra postura.
Sin embargo, nada demasiado grave pasó, ni siquiera ante la provocación de los sucios, feos y malos choferes sindicalizados, ni en ninguna de las marchas y contramarchas o actos y contraactos.
Ahora, que la-situación-del-campo-es-de-ses-pe-ran-te y se viene la farsa de la subsistencia, justo ahora que tiene lugar este accidente y que el representante de los pequeños productores -aliado con los grandes actores del pujante campo argentino- realiza con buen tino y generosamente esta advertencia, ahora mismo al cronista lo asalta una duda.
Se pregunta en qué grado ya se parece la oposición argentina a la boliviana, que quiso dividir a los tiros la república en Bolivia Rica y Bolivia Pobre, o a la venezolana, que disparó contra sus propios simpatizantes para culpar al gobierno y dar un golpe de estado.
¿En cuánto se parece?